Una vez recorridos y asimilados el qué, el cuándo y el por qué, entramos en el cómo.
Llegamos al ketómetro 22 repletos de información, radiantes y sobradamente preparados para aventurarnos ya en el terreno más escabroso y peliagudo del itinerario. Hasta aquí hemos expuesto más o menos plácidamente una serie de información fácilmente contrastable y objetiva (aunque a menudo algo tendenciosa a favor de la dieta cetogénica, eso sí), dejando poco hueco para las opiniones personales. A partir de ahora, ya te lo adelanto, no nos queda más remedio que «mojarnos».
El mundillo keto está repleto de sabios y de expertos conocedores con opiniones de lo más variopintas sobre los mismos temas. Siento gran admiración por las keto-eminencias que han cimentado esta maratón, pero de ahora en adelante me veo obligada a salir de mi zona de confort para dar respuesta (a pecho descubierto y en base a mi juicio personal y experiencia propia y ajena) a las dudas más habituales y controvertidas del keto.
Entramos en zona de arenas movedizas, porque en esta segunda mitad de la maratón pretendo trasladar (y justificar) mi modesta valoración actual de las keto-cuestiones más polémicas. Y quisiera enfatizar ese «actual», porque las opiniones no deberían ser rígidas e inmutables, sino entes dinámicos que se transforman conforme el conocimiento avanza. ¡Y las mías lo son!